The Woodsticks fueron un proyecto personal con vistas a un cartel, y más tarde a una exposición colectiva sobre el mundo del Jazz. Finalmente se quedó en una serie de piezas que se han ido vendiendo a particulares, a excepción del ukelele -mi alter ego musical- y de un grupito que fueron cedidos a La Bóveda, un local zaragozano centrado en la música en directo y las jam sessions.