El primero fue Villa Arriba, diseñado para protagonizar las invitaciones de boda de una pareja que iba a casarse en un pueblito y querían que el aire rural impregnase su gráfica y su decoración.
Después, por diversión, fueron llegando más y más montoncitos de casas con nombres divertidos: Zaranquilla, Santa Monegra, Puerto Palo, San Madero...
Así fue como otra forma de rescatar restos de madera terminó por convertirse en una serie de piezas divertidas y con el clásico olor a leña.